Uno de los desaparecidos es el Pasaje Seaver, en Retiro. Fue demolido entre 1978 y 1980 para ampliar la 9 de Julio y la autopista Illia. Allí había cafés y cabarets como el “Can Can”, frecuentados por artistas y bohemios.
Junto al Seaver estaba el Pasaje Eguía, mucho más pequeño, de menos de una cuadra. También desapareció en las obras de la 9 de Julio, y hoy solo se recuerda en planos y fotografías.
En Constitución sobrevive el Pasaje Sastre. Nace en 15 de Noviembre de 1889 y termina en la calle Echagüe. Aunque descuidado, conserva la tipología de casas bajas con rejas que remite a la época colonial.
El Pasaje Anasagasti, en Palermo, une Güemes y Arenales. Es angosto, empedrado y tranquilo, en fuerte contraste con el bullicio del shopping Alto Palermo, que queda a metros.

Butteler, pasaje identificado con San Lorenzo porque durante muchos años fue lugar de encuentro de su hinchada.
En Recoleta se esconde el Pasaje Libertad, también llamado Rue des Artisans. Construido en 1887 por Giuseppe Bernasconi, su traza en forma de L aún conserva locales interiores.
En Parque Chacabuco, el Pasaje Butteler forma una cruz en lugar de una línea recta. Su numeración va al revés de las agujas del reloj y desde 2010 está protegido como patrimonio histórico.
El último de esta lista es quizás el más céntrico: el Pasaje Roverano, en Avenida de Mayo. Abierto en 1878 y reconstruido en 1918, conserva oficinas, locales y un acceso directo al subte A, único en Buenos Aires. Tiene también una historia particular. ¿Cuál es tu pasaje preferido de Buenos Aires?